martes, 20 de enero de 2009

Adaptación teatral del Aleph: Propuesta2 por Jesús Rocha

Actores:
-Narrador-Borges
-Carlos Argentino Daneri, primo de Beatriz Viterbo (la muerta)
- Beatriz Viterbo (muerta)
Escenario: Se presenta una escalera de tijera en el medio, dividiendo el espacio en dos. Al lado izquierdo la realidad, al derecho el sótano mágico.

Primera escena:Al fondo del izquierdo, sobre una mesa, el cuerpo, cubierto con una sabana, de una mujer muerta. (puede ser una sombras chinesca) El Narrador-Borjes, apoyado o sentado en la escalera en el lado izquierdo. Delante una mesa camilla con dos sillas.
Narrador-Borges: La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, noté que las carteleras de la Plaza Constitución habían renovado. El hecho me dolió. Cambiará el universo pero mi amor por ella no. El 30 de abril era su cumpleaños. Visité ese día la casa de la calle Garay para saludar a su padre y a Carlos Argentino Daneri, su primo hermano.
(Entra en escena Carlos y se siente, Borges también se sienta y se miran y miran hacia la muerta)
Carlos: Lo evoco en su gabinete de estudio, como si dijéramos en la torre albarrana de una ciudad, provisto de teléfonos, de telégrafos, de fonógrafos, de aparatos de radiotelefonía, de cinematógrafos, de linternas mágicas, de glosarios, de horarios, de prontuarios, de boletines.
Narrador- Borges: ¿Por qué no los escribes?
Carlos: Ya lo he hecho en mi Canto Augural, Canto Prologal o simplemente Canto-Prólogo en el que trabajo hace muchos años. Trabajo apoyado en esos dos báculos que se llaman el trabajo y la soledad. Primero abro las compuertas a la imaginación; luego hago uso de la lima. El poema se llama “La Tierra”.
Narrador- Borges: Léeme algo.
Carlos:He visto, como el griego, las urbes de los hombres,Los trabajos, los días de varia luz, el hambre;No corrijo los hechos, no falseo los nombres,Pero el voyage que narro, es... autour de ma chambre.
Narrador- Borges: Estrofa a todas luces interesante.
Carlos: Aquí tengo otra sobre un gasómetro al Norte de Veracruz, las principales casas de comercio de la parroquia de la Concepción, la quinta de Mariana Cambaceres de Alvear en la calla Once de Setiembre, en Belgrano:Sepan. A manderecha del poste rutinario,(Viniendo, claro está, desde el Nornoroeste) Se aburre una osamenta - ¿Color? Blanquiceleste -Que da al corral de ovejas catadura de osario.
Narrador- Borges: -¡Dos audacias, te oigo mascullar, por el éxito! Lo admito.
Carlos: aunque en vez de Blanquiceleste podría ser: “azulino, azulenco y hasta azulillo” pero convendría tener un prólogo vistoso antes de su publicación y podría ser de Álvaro Melián Lafinur, famoso hombre de letras quien prologaría con embeleso el poema. A ti debo la perfección formal y el rigor científico. Ahora se aprecia que no tolera un solo detalle que no confirme la severa verdad… Beatriz siempre se había distraído con Álvaro.
Narrador- Borges: -¡Si, si, hablaré con Álvaro. No el lunes, sino el jueves, cuando nos juntamos el Club de Escritores.
Carlos: Tengo otro grave problema: Zunino y Zungri, so pretexto de ampliar su desaforada confitería quieren demoler mi casa, la casa de mis padres, esta vieja casa inveterada de la calle Garay que compartímos con Beatriz. Mi abogado el doctor Zunni los demandará ipso facto por daños y perjuicios y los obligaría a abonar cien mil nacionales…Además, para terminar mi poema, es indispensable la casa, pues en un ángulo del sótano había un Aleph…(en voz baja) Un Aleph es uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos. Está en el sótano del comedor. Es mío, es mío; yo lo descubrí en la niñez, antes de la edad escolar. La escalera del sótano es empinada, mis tíos me tenían prohibido el descenso, pero alguien dijo que había un mundo en el sótano. Se refería, lo supe después, a un baúl, pero yo entendí que había un mundo. Bajé secretamente, rodé por la escalera vedada, caí. Al abrir los ojos, vi el Aleph.
Narrador- Borges: -¡El Aleph!
Carlos: Sí, el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos. A nadie revelé mi descubrimiento, pero volví. ¡El niño no podía comprender que le fuera deparado ese privilegio para que el hombre burilara el poema! No me despojarán Zunino y Zungri, no y mil veces no. Código en mano, el doctor Zunni probará que es inajenable mi Aleph.T
Narrador- Borges: Pero, ¿no es muy oscuro el sótano?
Carlos: La verdad no penetra un entendimiento rebelde. Si todos los lugares de la Tierra están en el Aleph, ahí estarán todas las luminarias, todas las lámparas, todos los veneros de luz.
Narrador- Borges: Iré a verlo inmediatamente. (Al público:) La locura de Carlos Argentino me colmó de maligna felicidad; íntimamente, siempre nos habíamos detestado.
Carlos: Primero tomate una copita del seudo coñac, y después te zampuzarás en el sótano. Ya sabes, el decúbito dorsal es indispensable. También lo son la oscuridad, la inmovilidad, cierta acomodación ocular. Te acuestas en el piso de la baldosas y fijas los ojos en el decimonono escalón de la pertinente escalera. Me voy, te quedas solo. Algún roedor te mete miedo ¡fácil empresa! A los pocos minutos ves el Aleph. ¡El microcosmo de alquimistas y cabalistas, nuestro concreto amigo proverbial, el multum in parvo!.(lo mucho en poco).. Claro está que si no lo ves, tu incapacidad no invalida mi testimonio... Baja; muy en breve podrás entablar un diálogo con todas las imágenes de Beatriz.
Carlos: La almohada es humildosa, pero si la levanto un solo centímetro, no verás ni una pizca y te quedas corrido y avergonzado. Repantiga en el suelo ese corpachón y cuenta diecinueve escalones.
(se apaga la luz, un resplandor ilumina la escalera)
Narrador-Borges: (Borges ve el Aleph) (efectos especiales y/o Resumir:) Vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo
Carlos: Tarumba habrás quedado de tanto curiosear donde no te llaman…. Aunque te devanes los sesos, no me pagarás en un siglo esta revelación. ¡Qué observatorio formidable, che Borges!
Narrador-Borges: -Formidable. Sí, formidable.
Carlos: -¿La viste todo bien, en colores?
Narrador-Borges: Gracias por mostrarme tu sótano, pero deberías aprovechar la demolición de la casa para alejarte de este perniciosa ciudad, que a nadie ¡créame, que a nadie! Perdona.
Carlos: -¿Y el Aleph?
Narrador-Borges: Déjate de Alephs. Recuerda que el campo y la seguridad son dos grandes médicos.
(Se oscurece, se queda solo el Narrador-Borges)
Narrador-Borges:
En aquel instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo. También vi las cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino… Sentí infinita veneración, infinita lástima.
A los seis meses de la demolición del inmueble de la calle Garay, la Editorial “Procusto” no se dejó arredrar por la longitud del considerable poema y lanzó al mercado una selección de "trozos argentinos". Carlos Argentino Daneri recibió el Segundo Premio Nacional de Literatura…Increíblemente mi obra Los naipes del tahúr no logró un solo voto. ¡Una vez más, triunfaron la incomprensión y la envidia!
Hace ya mucho tiempo que no consigo ver a Carlos Argentino Daneri; los diarios dicen que pronto nos dará otro volumen. Su afortunada pluma (no entorpecida ya por el Aleph) se ha consagrado a versificar las cartas del doctor Acevedo Díaz.
Dos observaciones quiero agregar: una sobre la naturaleza del Aleph; otra, sobre su nombre. Éste, como es sabido, es el de la primera letra del alfabeto de la lengua sagrada. Su aplicación al círculo de mi historia no parece casual. Para la Cábala esa letra significa el En Soph, la ilimitada y pura divinidad; también se dijo que tiene la forma de un hombre que señala el cielo y la tierra, para indicar que el mundo inferior es el espejo y es el mapa del superior; para la Mengenlehre, es el símbolo de los números transfinitos, en los que el todo no es mayor que alguna de las partes. Yo querría saber: ¿Eligió Carlos Argentino ese nombre, o lo leyó, aplicado a otro punto donde convergen todos los puntos, en alguno de los textos innumerables que el Aleph de su casa le reveló? Por increíble que parezca yo creo que hay (o que hubo) otro Aleph, yo creo que el Aleph de la calle Garay era un falso Aleph.
¿Existe ese Aleph en lo íntimo de una piedra? ¿Lo he visto cuando vi todas las cosas y lo he olvidado? Nuestra mente es porosa para el olvido; yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz.

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